En palabras de Kofi Annan “La educación es la clave para la nueva economía global, desde la escuela primaria hasta el aprendizaje de toda la vida. Es el punto central para el desarrollo, el progreso social y la libertad humana.”
Desde hace más de 40 años, se está luchando, por asegurar que las personas con discapacidad intelectual y sus familias puedan reconocerse como ciudadanos plenos, disfrutar los derechos que los demás poseen y sentirse valorados como colaboradores en sus comunidades.
La realidad a la que se enfrentan estas personas es que pese al incremento en el número de provisiones en pro de los derechos humanos, la vida de las personas con discapacidad intelectual en todo el mundo está caracterizada por la exclusión.
El mensaje que quiero mandar es claro: “respetar y comprender las diferencias”. Valorar a todas las personas por sus contribuciones. Tratar a todas las personas con igualdad indiferente de su discapacidad, religión, género, origen racial, étnico y cultural, orientación sexual y otras diferencias.
Veintiséis millones de personas con discapacidades intelectuales están viviendo con ingresos inferiores a un euro por día. Las tasas de pobreza relativa en los países alrededor del mundo colocan a la vasta mayoría de personas con discapacidades intelectuales al margen de la vida comunitaria y muchas han caído por completo en su maraña. La exclusión está generalizada en la vida de las personas.
Tenemos una obligación: oír las voces de los invisibles, de los que no interesan a la sociedad, de los excluidos, marginados, inadaptados o como quieran llamarlos…oír las voces de personas que no son considerados ciudadanos puesto que no se les esta reconociendo sus derechos, y escucharlos porque tienen algo que contar a cerca de su propia realidad… escuchar no sólo es oír sino que además supone comprometernos todos con nuestra sociedad a nivel de justicia social para que todos nos sintamos identificados con una igualdad real, pues todos tenemos derecho a una vida digna.
Hagamos entre todos un ejercicio de responsabilidad.
Desde hace más de 40 años, se está luchando, por asegurar que las personas con discapacidad intelectual y sus familias puedan reconocerse como ciudadanos plenos, disfrutar los derechos que los demás poseen y sentirse valorados como colaboradores en sus comunidades.
La realidad a la que se enfrentan estas personas es que pese al incremento en el número de provisiones en pro de los derechos humanos, la vida de las personas con discapacidad intelectual en todo el mundo está caracterizada por la exclusión.
El mensaje que quiero mandar es claro: “respetar y comprender las diferencias”. Valorar a todas las personas por sus contribuciones. Tratar a todas las personas con igualdad indiferente de su discapacidad, religión, género, origen racial, étnico y cultural, orientación sexual y otras diferencias.
Veintiséis millones de personas con discapacidades intelectuales están viviendo con ingresos inferiores a un euro por día. Las tasas de pobreza relativa en los países alrededor del mundo colocan a la vasta mayoría de personas con discapacidades intelectuales al margen de la vida comunitaria y muchas han caído por completo en su maraña. La exclusión está generalizada en la vida de las personas.
Tenemos una obligación: oír las voces de los invisibles, de los que no interesan a la sociedad, de los excluidos, marginados, inadaptados o como quieran llamarlos…oír las voces de personas que no son considerados ciudadanos puesto que no se les esta reconociendo sus derechos, y escucharlos porque tienen algo que contar a cerca de su propia realidad… escuchar no sólo es oír sino que además supone comprometernos todos con nuestra sociedad a nivel de justicia social para que todos nos sintamos identificados con una igualdad real, pues todos tenemos derecho a una vida digna.
Hagamos entre todos un ejercicio de responsabilidad.
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